«la triste historia del día a día»,1º premio del concurso de relatos «sed dedech2os»
La triste historia del día a día es el título del relato ganador del 1º premio de la 3ª edición del Concurso de Relatos Breves Sed de Derech2os organizado por medicusmundi Araba, con apoyo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Su autor, Francisco Javier Agrega García, de Perú, narra la vida de quienes cotidianamente tienen que luchar por acceder al agua.
Os invitamos a leerlo aquí:
Cuando Sofía da los primeros pasos para subir la quebrada, el cielo está aún muy oscuro. Lleva en cada brazo un par de baldes colgados y en el bolsillo unas cuantas monedas que su esposo consiguió. No sabe con certeza qué hora es, quizás las 5:06, pero está tarde. Luego de recorrer seis cuadras vacías, sabe que se acerca a su destino cuando observa a algunas personas, más de las que siempre ve. Debía llegar, como cada lunes, hasta el mural de los artistas, pero la larga fila se lo impide. 20 damas, cada una con sus baldes, aguardan atentamente la llegada anunciada. Sofía solloza, se queja, se culpa, pero, sobre todo, reza. En su mente repite una y otra vez el padre nuestro y encomienda la semana de su familia a la virgen María. Piensa en su pequeña Josefina, en cómo comerá hoy o mañana, y sigue rezando.
Cuando el cielo empieza a aclarar, el camión cisterna llega al mural. Se estaciona y baja un pequeño hombre regordete, se llama Rómulo y lleva el agua al barrio de San Eugenio desde hace quince años. Saluda con un buenos días y empieza la acción. Las primeras señoras avanzan con sus baldes, Rómulo abre la llave y con la manguera empieza a darles la seguridad de unos días más con vida digna. Las primeras llenan cuatro o hasta cinco baldes, dependiendo del tamaño, agradecen hacia el cielo el poder llenar sus baldes, toman de la mano a Rómulo y le dan las escasas monedas que corresponde. Sofía ve cómo una a una las damas empiezan a cargar sus baldes y reniega al ver que a algunas se le rebalsan algunas gotas del bien más preciado. Al llegar al inicio de la fila, agradece porque aún queda agua, pero grande es su decepción cuando solo alcanza para un balde. Tú sabes cómo es, mamita, le dice Rómulo. Sofía llora, le ruega a Rómulo, pero aún hay mujeres esperando detrás y es imposible llenar cuatro baldes o más. Sofía se culpa una vez más, mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Emprende el camino de regreso cargando su único balde, lo toma con las dos manos para que el cansancio o la fatiga no la haga perder ni una gota. Mientras camina, compra con las monedas que no usó una pequeña botella de agua, para usarla en la comida del día. Empieza a programar su semana, no lavaría ropa, echaría solo unas cuantas gotas a los alimentos, ella no tomaría agua para que Josefina pueda hacerlo sin problemas, tampoco se bañaría esta semana, y sigue llorando. Llega a su casa, se limpia las lágrimas y observa en la pared del costado el slogan del actual alcalde. «AGUA PARA TODOS» prometió cada que pasó por San Eugenio, pero nunca cumplió. Avergonzada, Sofía entra a su casa y encuentra a su marido sentado en un pequeño banco blanco. Quedarte dormida, cómo puedes ser tan tarada, le increpa. Agradece que el cumpleaños de tu mamá es esta semana, sino te sacaría la mierda, la amenaza. Ni se te ocurra lavarte, yo voy a usar el agua que queda porque tengo que ir a trabajar, le advirtió. Sofía retiene las lágrimas y con la poca agua que queda, le prepara un té a su pequeña. Lleva la bebida a su cama, se echa junto a su pequeña y la abraza fuertemente. Aferrada a su hija, Sofía cierra los ojos con la esperanza de abrirlos y tener una vida mejor, o, quizás solo no quedarse dormida nunca más.